DEBATE

He procedido a la lectura y después a la búsqueda de artículos relacionados con el tema. Pero como cualquier búsqueda, no ha sido neutral. He decidido centrarme en algo que tengo presente en mi labor educativa, y que los dos primeros artículos me han recordado: la posibilidad de la escuela inclusiva y la dualidad centro específico/centro ordinario.

En primer lugar, después de catorce años en la educación especial (hablo de la definición laboral que realiza la Admón.) comienzo a vislumbrar que la dualidad nombrada es un poco irreal. Es bastante menos importante la ubicación que la intencionalidad. La integración en el centro ordinario (porque la inclusión de la que habla el texto está más allá de la utopía) no es muy distinta de la otra opción, especialmente si hablamos de las aulas específicas, modalidad C o como se llame en cada Autonomía. Al fin y al cabo vamos a encontrarnos un alumnado separado la mayoría del tiempo y que se agrega al resto en momentos puntuales, con una planificación escasa en la mayoría de las ocasiones. 

Por supuesto, los artículos no dicen ninguna mentira, y describen la inclusión de manera bastante concreta. Y a rasgos generales, estoy de acuerdo. Pero discrepo en la denominación de "escuela". Hablan de un lugar donde desarrollar nuestra actividad, pero no hablan de la escuela. Al menos no de la escuela en nuestro país. La escuela en la que nos movemos no es ese campo abierto a la experimentación, a la investigación, en el que tenemos una serie de opciones personales para enfrentarnos a nuestra labor. Ni nosotrxs somos unos profesionales con una capacidad de decisión y una libertad de maniobra. La escuela es un espacio medido y cerrado del que se espera una serie de consecuciones y acciones y nosotrxs unxs funcionarixs que estamos sometidos a una intrincada red de obligaciones que apenas deja lugar a nada donde improvisar. La propia estructura de nuestro oficio niega esta posibilidad. 

Si la escuela esperara eso de nosostrxs, existiría una posibilidad de reflexión, de planificación, de coordinación. Y eso no existe. Lxs profesionales de integración tenemos que reunirnos a salto de mata, en pasillos y recreos, casi de manera clandestina, porque lo único que quiere la Admón. es que estemos en clase con alumnxs, y poco importa el resto. El curso comienza un día 1 de septiembre para nosotrxs. El alumnado se incorpora una semana después. Yo, en cinco días tengo que tener un par de claustros, reuniones de ciclo, equipos técnico, reunions de equipo docente, hacerme el horario a partir del de lxs tutorxs, leerme los informes del alumnado, realizar la programación anual de cada uno de ellxs, además en muchas ocasiones en más de un centro educativo (este año estoy en dos centros distintos; he llegado a estar en tres y a tener más de cuarenta alumnxs). Y no solo realizar para cada uno los Programas Específicos relacionados con sus necesidades, sino contemplar la mediación en los distintos ámbitos, preocuparme por hacer una buena mediación en los ámbitos sociales, y dejar lugar a la evaluación comprensiva y a la autoevaluación. Está claro que no es posible. O sí, si dedicamos muchas más horas de las que estamos en la escuela. Si establecemos un sistema paralelo a base de horas y esfuerzo, que por un lado cumpla lo que nos pide la Admón. (el conocido papeleo) y por otra satisfaga nuestra conciencia. Entra aquí otro debate, la mal llamada vocación, que hace tolerable lo que en otra profesión no tiene sentido. En cualquier otra, llevarse trabajo a casa es explotación, es mala praxis, es precariedad. En la nuestra, es normal, y habla de que somos "buenxs profesionales".

Para acabar con esta breve reflexión sobre la posibilidad de la inclusión en la escuela real, acabaré con un hecho que viví en un cole y lleva un poco más allá la dificultad de esta inclusión. Un alumnx, diagnosticado de TEA. Acaba sexto con sus dos repeticiones posibles. No contemplamos que vaya a un centro específico. Y no vemos factible la integración en un Instituto en modalidad B (integración en aula ordinaria). Porque el instituto que le toca no es del que se habla en los artículos. Es uno real donde no hay tiempo para programaciones detalladas en los distintos ámbitos. Donde las notas han de ponerse numéricas, y cuya única forma de evaluar es mediante ACS o mediante el currículo de su nivel (no hablaremos aquí del alumnado condenado a suspender porque tiene un desfase y no es acnee, por lo que debe ser evaluado mediante los objetivos de su nivel aunque su desfase sea de dos, tres o cuatro cursos). La opción que nos queda es el aula específica. Pero la que le corresponde por la zona donde vive es una de autistas con mucha afectación. Porque no podemos diseñar el aula que queremos. 

Con todo esto no quiero mandar un mensaje derrotista ni mucho menos. Me encanta mi profesión y lucho, como casi todos mis compañerxs, por realizar un trabajo inclusivo y de calidad cada día. Pero las propuestas realizadas desde lo que "se debería hacer", "lo mejor para el alumnado", ideales e irrealizables, nos entristecen por un lado, por lo que nos gustaría poder hacer y nos ofenden un poco, porque es decirle a un hambriento que la solución a nuestros problemas es la comida.

ARTÍCULOS CONSULTADOS

https://novadown.wordpress.com/2016/09/02/te-animas-una-educacion-inclusiva-es-posible/

http://www.revistaeducacioninclusiva.es/index.php/REI/article/viewFile/50/46

http://ambitsdepsicopedagogiaiorientacio.cat/es/editorial-1-es-posible-la-escuela-inclusiva/

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